quinta-feira, 29 de novembro de 2012

Encruzilhada!

Nos separaba de la calle el cristal empañado de lluvia Yo estaba lejos del mundo, hoja caída en el remanso de su llanto. Ella era menuda y tierna y se hacia más menuda entre mis brazos y más tierna bajo mis ojos. Entre nosotros y la calle y la lluvia y el cristal de la ventana eran dos abismos de plata. La vida estaba allí naufragando en sus ojos la belleza dormía en sus senos perfumados la luz – toda la luz – se me daba en su boca la humanidad – mi humanidad – era ella. Más allá del cristal más allá de la lluvia Pasaron… Yo separé los ojos de ella para verlos pasar. Marcharan chapoteando el barro los pies descalzos. Desfilaban los rostros anochecidos de hambre. Y las manos encallecidas de miseria y las almas curvadas de injusticia y las voces amanecidas de odio desfilaban los pies descalzos. Iba la madre con el hijo al cuadril y el anciano rumoreando penas y el mozo flameando bandera, iban de frente hacia la vida armoniosamente rebeldes. No sé si me lo gritaran ellos o si me lo gritó yo mismo. Pero en las filas, de los que pasaban estaban mi puesto, mi bandera y mi grito. El cristal enpañado de lluvia esfumaba los rasgos de la calle por donde pasaban los míos. Volví los ojos hacia ella que se hacia casi yo entre mis brazos y le dije: - Me llaman los que pasan. Sus ojos empañados se me separaban de su alma como el cristal con lluvia me separaba de la calle. Me dijo lentamente: - No te vayas. Y se hizo más menuda entre mis brazos y me ofreció su boca palpitante y sentí junto a mi, temblorosos sus senos. Yo escuchaba chapotear en el barro los pies descalzos y presentía los rostros anochecidos de hambre. Mi corazón fue un péndulo entre ella y la calle… Yo no sé con qué fuerza me libré de sus ojos me zafé de sus brazos. Ella quedó nublando de lágrimas su angustia. Tras de la lluvia y del cristal pero incapaz para gritarme: - ¡Espérame! ¡Yo me marcho contigo! (Miguel Otero Silva).

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